Cuando llegaron a casa, Sofía dejó al husky allí y regresó a la suya.
Juicio tenía la intención de engañarla para que cuidara de él en su casa. Pero Sofía descubrió su artimaña y se dio la vuelta de inmediato. Merodeaba en el umbral, indeciso entre entrar o ir a trabajar. Si iba a trabajar a la tienda de mascotas, su trasero estaría adolorido por las caricias y pellizcos de los invitados. Si iba a la empresa a hacer guardia, sabía que no sería rival para los dos feroces pastores alemanes que acababan de llegar. Cada vez que intentaba pelear, terminaba siendo golpeado severamente, así que decidió que era mejor saltarse el trabajo.
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