El niño, de aproximadamente dos o tres años de edad, se apoyaba tristemente en los brazos de Sofía. Estaba asustado, ansioso, demasiado temeroso para hablar, y tenía los labios apretados. A pesar de haber sufrido, no se atrevía a decir una palabra. Miguel era padre y no tenía corazón para rechazar al niño.
"Está bien. Si te gusta, lo compraremos".
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