—No hay nada que podamos hacer en este momento —dijo Ye Qingtian con tristeza—. Ya están aquí. La guerra es inevitable. Déjenme a Ye Fan y a Tang Yun. No tengan piedad con el resto. No teman, los tengo cubiertos. —Miró al enemigo con altanería mientras hablaba.
«Soy el Dios de la Guerra. Nunca he tenido que retroceder».
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