En un instante, muchas de las personas arrodilladas fuera de la Organización Sanshin se pusieron a llorar. Se arrodillaron en el suelo y suplicaron con humildad.
Parecían devotos piadosos mientras se arrodillaban ante ella. Al mismo tiempo, parecía que se arrodillaban con lealtad ante su reina. Nunca se habían sentido tan conmovidos en sus vidas. Era como si la reina hubiera llegado, por fin, para salvarlos de su grave situación.
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