—Señor Chu, yo... yo... yo... —dijo Wei Wu-Jie mientras él y su hermano se arrodillaban ante Ye Fan.
Wei Wu-Jie se había puesto pálido de asombro y agachaba la cabeza, y se disculpaba sin parar. Estaba tan abrumado por el miedo que no paraba de tartamudear y sonaba como un pollo cacareando sin parar.
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