Cuando le dio la espalda a Ye Fan, dos gotas de lágrimas corrían silenciosamente por sus mejillas. Pero nadie pudo verla llorar. Quizás Ye Fan sí lo vio. Pero Xu Lei no parecía querer hablar de ello, así que no hizo más preguntas.
Después de todo, cada uno tenía su propia vida. Todos tenían su propia dosis de alegrías y penas por las que pasar. Además, él y Xu Lei eran sólo conocidos casuales, por lo que sentía que no tenía derecho a interferir en su vida. Lo único que podía hacer era recordar su esfuerzo por ayudarle a él y a su mujer. En el futuro, le devolvería el favor si se presentaba la oportunidad.
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