Dos figuras surcaron los cielos de la isla a la velocidad de la luz. Los vientos aullaban a su alrededor con fiereza y rasgaban sin piedad las nubes, convirtiéndolas en jirones.
Bajo sus pies había hileras e hileras de árboles que se balanceaban con violencia mientras su persecución por los cielos enviaba ráfagas de viento que azotaban las verdes copas, agitando olas esmeraldas que subían y bajaban por toda la isla.
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