Miles de soldados se arrodillaron ante el restaurante Haiyuan. Ante todos se encontraba una figura esbelta cuya espalda se erguía orgullosa y recta. Su voz estaba llena de confianza y retumbaba con fuerza en el aire. Tal era la confianza de los poderosos, y la confianza de Ye Fan. El vasto ejército no podía hacer nada contra él. Tampoco podían hacerlo las familias de gran poder político o militar. Estos hombres y mujeres ordinarios estaban por debajo de su atención.
A Ye Fan nunca le habían importado ni las familias Lu y Xur ni el aterrador poder e influencia que ejercían. Había visto los océanos y, por tanto, los ríos ya no llamaban su atención. Había visto las nubes celestiales que rodeaban las cumbres de las montañas y, por tanto, las nubes ordinarias ya no atraían su mirada.
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