«Ye Fan, mi querido Ye Fan. No podrás seguir siendo engreído por mucho tiempo. ¡No tardarás en caer en desgracia!», pensó Ye Jian con los ojos rojos, apretando los puños mientras miraba con maldad a Ye Fan charlando con el anciano Ye.
Apretó el puño con tanta fuerza que sus propias uñas casi se hundieron en sus palmas.
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