La fuerza fue tan grande que la propia tierra casi se partió en dos. El cielo parecía haberse abierto mientras una aterradora corriente de aire recorría el lugar. Nada pudo resistir el ataque; ni siquiera la montaña, que se hizo añicos con el impacto. El polvo y los escombros tardaron en desaparecer. Por fin, el cielo oscurecido volvió a su estado original, pero no el campo de batalla. Tras ser destruido por un ataque tras otro, el lugar se había convertido casi en un páramo.
¡Cof, cof!
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