—¿Qué demonios? Maestro Dragón, ¿me abandona por una mujer? Yo soy quien le llevó a través de decenas de miles de kilómetros del continente sudamericano. ¿No debería al menos estar agradecido por el trabajo que hice? ¿Cómo ha podido aliarse con Chandra para intimidarme? —protestó Gaia mientras corría por el bosque y lo llenaba con sus ruidosas quejas.
La lamentable visión de Gaia hizo que Chandra soltara una carcajada. Sus suaves carcajadas sonaban como un arroyo balbuceante que se precipitaba por la ladera rocosa de la montaña.
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