Esa noche, un avión despegó del monte Yan y voló en la oscuridad. Dos anchas alas se deslizan por el aire a una velocidad que a simple vista resultaba imposible de ver, dejando a su paso imágenes posteriores de múltiples planos ilusorios.
Dentro de la cabina estaba sentado Ye Qing-Tian. Sus ojos eran fríos y afilados como una cuchilla.
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