—En lugar de cumplir el deseo por él, todos ustedes se limitaron a mirar a un lado. Observaron cómo su compatriota moría delante de sus propios ojos. Vieron cómo el Supremo de China se derrumbaba justo delante de las fronteras de la nación. Un hombre orgulloso como él acabó suicidándose. ¿Cuánta desesperanza debió sentir cuando tomó la espada y se apuñaló? ¿Cuánta desesperación lo envolvía? Todo lo que quería era volver a casa...
Ye Qingtian habló lentamente. Su voz estaba llena de tristeza. Por un momento, las lágrimas brillaron en sus ojos.
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