La cara de Yang He se puso pálida de inmediato. Han Shao-Jie se regodeaba alegremente antes, pero ahora la sonrisa de su cara se congeló instantáneamente. Mientras se quedaba estupefacto por el shock, sus ojos se llenaron de incredulidad.
—¡Eso es imposible! Presidente Gu, ¿cómo puede ser? Estudié cuidadosamente esta porcelana azul y blanca y supe que no podía ser una falsificación —dijo Han Shao-Jie enojado.
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