El largo vestido estaba manchado de sangre carmesí, y allí yacía, inmóvil al igual que la muerte.
Noa escupió una bocanada de sangre y huyó de la arena, pero Luo Li no tenía intención de perdonarle la vida. Salió y la persiguió, con su Qi expandiéndose y su energía refinada creciendo mientras la golpeaba con fuerza.
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