—Pero no puede culpar a nadie más de esto. No tiene apoyos poderosos ni antecedentes, y aún no sabe comportarse con humildad. Uno recoge lo que siembra, por eso ha acabado así. Esa gente no merece ninguna compasión —sermoneó Li Lu-Bin mientras sacudía la cabeza.
Los 16 soldados de la familia Xue ya habían corrido hacia Ye Fan. Sus expresiones feroces les hacían parecer tigres que podrían comerse a un humano entero.
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