—Eres el hijo del Rey de los Luchadores, ¿verdad? Recuerdo que tu padre casi muere a manos de Chu Tianfan. No parece entusiasmarte esta idea, aunque todos estamos dispuestos a vengar a tu padre —comentó alguien de la multitud mientras fruncía el ceño mirando a Mo Wuya.
—Lo siento, todos. No es que el mundo de las artes marciales de China no esté dispuesto a cooperar. La cuestión es que casi fuimos aniquilados durante nuestra guerra contra la Secta Chu. No nos quedan expertos que podamos movilizar. Por lo tanto, por favor, perdónenos por no poder echar una mano en esta operación. —Su respuesta era lógica.
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