—De ninguna manera. No lo creo. Si el señor Chu estuviera huyendo de verdad, se habría llevado a su mujer y a su madre. No se habría ido él solo —dijo Lei San con intensidad mientras negaba con la cabeza.
Tanto Ye Xi-Mei como Qiu Mu-Cheng seguían en Jiangdong. Lei San pensó que Ye Fan no sería tan despiadado como para ignorar la seguridad de su familia e irse por su cuenta.
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