—Mu-Cheng, Mu-Cheng, no... —Han Li seguía gritando al teléfono pero no había respuesta. Todo lo que obtuvo fue el tono muerto del teléfono.
—¡Esta estúpida niña, será mi muerte! ¡Bien! ¡Piérdete entonces! ¡Todos ustedes pueden irse! ¡Las hijas ya no son parte de la familia cuando crecen!
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