Ye Fan se quedó helado cuando vio a esa mujer frente a él. No era sólo porque era muy hermosa y elegante, sino que, sobre todo, sentía una extraña sensación de familiaridad en ella.
—¡Maestra! ¡Por fin está aquí! Si apareciera más tarde, todos nuestros artistas marciales expertos de la Secta Chu serían aniquilados por este patán de poca monta —gritó Chu Qi-Tian mientras se levantaba del suelo y corría hacia la mujer del vestido morado, sin tener en cuenta la suciedad y el barro de su ropa.
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