Las palabras de Wu Shanju fueron como un chorro de brisa fría. La sala, antes bulliciosa, enmudeció en un instante. La sonrisa de todos se congeló. Algunos incluso hicieron muecas mientras bajaban las copas de vino que tenían en las manos. Nadie se atrevió a responder a su declaración. Sólo algunos de sus confidentes se atrevieron a susurrar:
—Cuide sus palabras, señor Wu...
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