Carlo, curtido por años de experiencia, mantuvo la calma ante las alarmantes declaraciones de la mujer. Su credibilidad era cuestionable, pero la gravedad de sus palabras merecía atención. Con gesto sereno, la invitó a entrar y le ofreció un vaso de agua.
—Por favor, tome asiento y beba algo —dijo Carlo con voz pausada—. Cuénteme todo con calma.
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