En la cima de Kransbay. El viento aullaba, arremolinando una ventisca que llenaba el cielo. Tras la intensa batalla de hace un momento, el mundo entero se sumió en el silencio y el monte Kransbay dejó de temblar.
Mientras tanto, Ye Fan yacía en un charco de sangre. Con cada tos violenta, vomitaba bocanadas de sangre fresca. Su respiración era débil y su expresión sombría. Parecía desamparado, como un alma abandonada en el reino de los mortales. Y ante él se alzaba Chu Qitian, sobresaliendo por encima de él y lo miraba como si fuera el gobernante del mundo, observando a su subordinado derrotado. Su orgullo y arrogancia eran indescriptibles.
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