—Él es solo un don nadie. ¿Por qué no me atrevería a matarlo? —respondió Ye Fan con frialdad.
Su voz permaneció tranquila como la superficie de un lago, sin ninguna oleada de emoción. Era como si acababa de aplastar a una hormiga y no a un hombre que había sido instructor de las fuerzas armadas y un poderoso artista marcial.
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