—Estimada señora, no entiendo... no nos guardamos ningún rencor. ¿Por qué me atacaste? ¿No te preocupa ofender a mi maestro, el Emperador del Hielo? Puede que seas muy respetada, pero mi maestro es tu igual. Él también es un miembro del Castillo del Dios de la Guerra y uno de los seis pilares de China. Soy su discípulo y tú acabas de atacar e insultar mi honor. ¿No te preocupa que mi maestro pueda ir a por ti? —Wei Wu-Ya apretó los dientes mientras se levantaba con dificultad.
La sangre se acumulaba en su boca. Se esforzó por soportar el dolor agonizante que palpitaba en su pecho mientras gritaba de forma amenazante a la mujer que tenía delante.
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