Los aldeanos como ellos, que habían trabajado en la siembra durante generaciones, consideraban que los coches de decenas de miles de dólares ya eran lujosos. Ahora veían con sus propios ojos un coche de lujo de un millón de dólares sacado de las películas, por lo que todos se quedaron boquiabiertos.
Pensaban que cualquiera que pudiera conducir un coche elegante como ese debía ser un hombre de verdad influyente.
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