—¿Sabes lo enfadada que está Mu-Cheng por esto? ¿Sabes que Mu-Cheng se ha ido llorando hace un momento? Todo es porque eres ignorante y audaz, ¡y todo porque no sabes lo que te conviene en absoluto! ¡Ya eres muy afortunado por haberte casado con Mu-Cheng y en vez de apreciarla, le haces mucho daño! ¿Sabes que este egocentrismo tuyo hará que maten a Mu-Cheng un día de estos? —escupió Su Qian furiosa a Ye Fan mientras le hervía la sangre.
»¡Ye Fan, despierta de tu estupor! Todos somos lo suficientemente inteligentes para esto. Si confías en los favores y la gracia de los demás, puede que ganes un momento de gloria. Pero, ¿has pensado en lo que pasará después? No eres más que un mendigo de la aldea, así que ¿cómo vas a devolver el favor a todos estos peces gordos como Shen Fei y Xu Lei? ¿Con tu patética falta de dinero? —Su Qian continuó despotricando con rabia mientras sus ojos estaban inyectados en sangre.
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