—Señor... Señor... Señor...
Li Er se sintió como si le hubiera caído un rayo cuando Ye Fan lo miró. El Rey de Yunzhou estaba aturdido y solo podía ver a este último con ojos grandes y saltones. Se asustó muchísimo. Su boca estaba abierta de par en par y su cuerpo temblaba. Pero, aunque repetía «señor» una y otra vez, tartamudeaba tanto que no podía completar su frase. Después de un largo rato, Li Er se las arregló para recuperar su cordura. Su cara se arrugó y, en tono suplicante, dijo:
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