Como una espada afilada, su llegada hizo añicos la paz reinante. Los guardaespaldas de la familia Meng no tuvieron tiempo de reaccionar. En su lugar, retrocedieron tambaleándose tras verse intimidados por el aura de la dama.
En ese mismo momento, todos los presentes se congelaron de asombro. Incluso la expresión de Meng Chuan se volvió solemne.
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