—¡Claro que lo sé! —replicó Ariel de inmediato, con voz airada—. ¿Son los únicos que pueden divertirse? ¿No nos merecemos divertirnos también? Hemos reunido en secreto a dos muy buenas. ¿Deberíamos contárselos?
—¡Oh, así que eso es! —El cultista vestido de naranja, junto con los seguidores que tenía detrás, las señaló y se rio de ellas—. Sabía que los llamados discípulos no eran de fiar. Bueno, iremos primero a la sala del placer, ¡y volveremos por ustedes más tarde!
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