Ximena se dio cuenta de que se había topado con un canalla. Giró de inmediato sobre sus talones para marcharse.
—¡Jajaja! ¡No te vayas, atractiva! —Un lacayo que llevaba una cadena de oro la agarró. Lamiéndose los labios, declaró—: ¡Este es tu día de suerte! ¡Mi jefe, Rata, se ha encaprichado de ti! Siéntate y tómate unas copas con él.
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