—Sí, eso es. —Ricardo era reacio a tomar más y sólo podía seguir mintiendo—. Ya tenemos más que suficiente. Deberías devolverlas.
Una sonrisa irónica se dibujó en el rostro de Emmanuel mientras se frotaba la nariz. Si se atrevía a reclamar los regalos, estaba seguro de que Macarena no le dejaría escapar. De ahí que dejara los artículos en casa de Ricardo y dijera:
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