—Está bien, está bien, dejaré de molestarte. —Emmanuel rio entre dientes, alejándose rápido de Alejandra, muy consciente de que su temperamento era tan ardiente como impredecible. Habían discutido en el pasado, pero ahora que era como una hermana para él, pensó que no sería justo intimidarla.
Alejandra resopló y volvió la cara, sin decir una palabra.
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