—¿De verdad me amas? ¿Cómo puedes afirmar que me amas cuando estás acostándote con otros hombres? —La ira de Federico aún ardía en su interior. «Espera a ver cómo me las arreglo contigo, golfa».
—Cariño, yo... ¡No me involucré con otros hombres! Por favor, déjame quedarme contigo —suplicó Catalina, arrodillada a los pies de Federico, con las manos aferradas a sus pantalones como un gato desesperado.
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