Zuri se quedó boquiabierta. No podía creer que la dulce de Sara pudiera ser tan temible.
—Aho… Ahora mismo. —Cobra contuvo su dolor y les ordenó a sus hombres que lo ayudaran a levantarse. Entonces, se marcharon avergonzados. Sin embargo, una vez que estuvo fuera de la vista de Sara, el hombre dijo—: ¡P*rras malditas! No puedo creer que hayan venido hasta aquí. Ya verán. Buscaré a mis amigos y destrozaré sus patéticos traseros.
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