—¡Señor Martínez, lo sentimos! Hemos buscado por todos los rincones del Teatro Magnolia, pero Roselyn no está por ninguna parte.
Jubal y Duilio llegaron con la misma expresión de impotencia. Habían recorrido todo el lugar, pero regresaron con las manos vacías, un doloroso recordatorio de lo poco que habían contribuido a la causa de Emmanuel.
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