—¡Ricardo! ¡Ven aquí ahora mismo, cabrón golpeador de esposas! —Gritó María mientras golpeaba la puerta con el puño.
Amanda había salido de casa con prisas el día anterior. No trajo nada consigo, así que no tuvieron más remedio que esperar a que los de dentro abrieran la puerta. También por eso habían llegado tan pronto. No querían arriesgarse a que el hombre se fuera a trabajar y no poder cobrar su venganza.
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