—En verdad estoy preocupado por mi hermana —respondió Emmanuel, pero no continuó. En cambio, sugirió—: Aquí tienes un poco de té para aliviar la fatiga. Macarena, ¿por qué no te tomas esta taza de té primero?
Macarena lo miró con frialdad. Aun así, siguió su consejo y dio unos sorbos al té. Solo entonces Emmanuel continuó hablando.
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