Sara había decidido quedarse y cuidar a la señora enferma hasta que se recuperara de salud. De esta forma, se llevarían a Ada y a su tía, marchándose de este infierno olvidado por Dios.
—Señorita Sara, permítame hacerlo —dijo Zuri, ya que no podía creer que Sara estuviera cocinando y limpiando.
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