Ricardo quedó atónito en el lugar. Siempre había creído de todo corazón en Emmanuel y nunca consideraría siquiera la posibilidad de que lo engañara, pero ahora, ¡los hechos estaban frente a él, obligándolo a creer!
—¡Ja, ja, qué risa! —Las hermanas estallaron en risas, burlándose en voz alta—. ¿No tienes idea de cuánto dinero tienes en tu cuenta? ¡Has estado fingiendo toda la noche, y ahora tus verdaderos colores se revelan!
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