Al ver a Emmanuel inconsciente y cubierto de sangre, el grupo rodeó deprisa a Benicio.
—Oigan, ¿a qué vienen esas miradas? ¡Esta vez yo soy el héroe! —exclamó Benicio deprisa—. Su jefe no va a morir. Sólo fue drogado. Déjenlo descansar y debería estar despierto dentro de medio día.
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