—¡Bastardo desagradecido, quieto ahí!
Stela ya había declarado su identidad, esperando que el hombre que tenía delante se quedara boquiabierto ante su presencia. Sin embargo, la indiferencia de Emmanuel la hizo sentirse humillada. Su voz helada cortó el aire, reclamando su atención. Él se detuvo, la miró sin mucho interés. Ella se puso rápido delante de él, impidiéndole el paso. Tenía la cabeza erguida y el pecho hinchado por la ira.
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