—¡No tengo miedo! —Claudia no solo no tenía miedo, sino que incluso comenzó a reírse—. En verdad no estaba mintiendo cuando dije que tenía mucho miedo de saltar en liana, Emmanuel. Si tuviera que hacer esto con otra persona en este momento y la cuerda se rompiera, ¡probablemente me habría desmayado de miedo! Pero estando contigo, no tengo miedo en absoluto, ¡y no sé por qué!
Sus palabras equivalían a una confesión de amor. Emmanuel sonrió con amargura, inspeccionando de manera continua el entorno debajo de él. Su hermoso rostro y su mirada intrépida impresionaron con profundidad a Claudia.
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