Duilio y Jubal tenían expresiones sombrías, las cejas fruncidas por la inquietud. No tenían una idea exacta de la fuerza de Emmanuel ni de la intrincada red de estrategias que lo apoyaban. Su decisión de seguirle se basaba por completo en la confianza, lo que les hacía sentirse inseguros y vulnerables. La voz de Andrei sonó, llena de burla mientras se dirigía a la multitud.
—¡Todos! ¡Atención! Debido a las calumnias contra la Señorita Juana y la Familia Olveira, nosotros, como anfitriones, debemos intervenir para defender su honor y encargarnos de estos sinvergüenzas. Les ruego que se dispersen rápido, a menos que quieran convertirse en daños colaterales, en cuyo caso no podré responsabilizarme de lo que ocurra.
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