Emmanuel arrancó con rapidez unos cuantos kiwis y, en su lugar, ató un billete de 10. Al fin y al cabo, eran frutas ajenas y no quería ser un ladrón. Claudia no pudo evitar sonreír al ver sus acciones. Pronto, Emmanuel volvió y limpió los kiwis con su cuerpo antes de dárselos a Claudia.
—Señora Laborda, no sabía que hoy era su cumpleaños, pero por fortuna llegué a tiempo. Feliz cumpleaños —le dijo muy serio. Claudia soltó una risita al verle tan serio, pero no aceptó las frutas—. ¿Qué te pasa? ¿Te parece poco mi regalo de cumpleaños? ¿No es tan extravagante como los fastuosos regalos que te hizo el señor Magnus? Si no las quieres, me las comeré yo —dijo Emmanuel juguetonamente y fingió llevarse la fruta a la boca.
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