—¡Caramba! ¡No tenía que gastar tanto, señorita Quillen!
Ricardo también estaba aturdido. Siempre le había resultado difícil acercarse a Macarena, tanto que sin darse cuenta se dirigía a ella como señora Quillen. Nunca esperó que fuera tan generosa haciéndole a su hijo un regalo por valor de ochocientos.
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