Félix jadeaba al respirar mientras saltaba. En cambio, la respiración de Emmanuel era estable, como si acabara de hacer un calentamiento. Aquellos que animaban a Félix guardaron silencio por un instante. Incluso alguien de afuera podría decir quién tenía la ventaja y quién no.
—El tiempo te ha alcanzado, Félix. ¡Es hora de que te retires y vayas a casa! Tampoco creo que tu familia necesite permanecer en Cataratas. ¡Ellos deben regresar al campo contigo!
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