—¿Estás segura de que quieres comprarlo? —Diana seguía sin creérselo. Había esperado que Roselyn y Emmanuel al menos preguntaran a quién habían ofendido. Pero, para su sorpresa, a Emmanuel no le importó en absoluto, y Roselyn se adelantó y firmó el contrato sin vacilar, devolviéndoselo.
—Sólo tienes que firmarlo y sellarlo, y te transferiré el dinero. El trato estará hecho —dijo Roselyn, agitando el contrato delante de la pareja, que seguía intercambiando miradas dubitativas.
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