—¡Ja! Hace un momento eras tan arrogante. ¿Qué ha sido de esa expresión? —se burló la asesina, levantando la mano con intención mortal y apuntando a Epifanio.
Damián ya había cerrado los ojos, resignado a su destino. La ayudante y los demás se quedaron paralizados, con los rostros marcados por la desesperanza, mientras presenciaban impotentes el desarrollo de la tragedia. Sin embargo, Epifanio se limitó a suspirar, sin sentir miedo, solo un profundo pesar. En el implacable mundo de la supervivencia, tenía que aceptar la suerte que le había tocado.
Obtiene más cupones de libro que los de la appRecargar
Ir a la app de Joyread
Sigue leyendo más capítulos y descubre más historias interesantes en Joyread