Arro esquivó con rapidez y sin esfuerzo el golpe de Renato. Ambos peleadores sabían que se trataba de una batalla hasta el final, así que ninguno se precipitó de manera imprudente. En lugar de eso, se concentraron en aprovechar las irregularidades del terreno, sacando partido de sus propias fortalezas y explotando las debilidades del otro.
No se trataba de un combate de entrenamiento, sino de una auténtica prueba de supervivencia. Cada movimiento era importante y no había margen para el error.
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